EL DIAFRAGMA
Incluso los que no han practicado Yoga nunca, saben de la importancia que se le concede al diafragma y al hecho de respirar. No les falta razón, lo cierto es que, desde el primer día de clase, solemos animar a nuestros alumnos y alumnas a que tomen consciencia de sus hábitos respiratorios.
La mayoría de ellos descubren, un poco asombrados, que llevan toda su vida respirando de manera superficial y automática. Afortunadamente, el Yoga Integral ofrece multitud de momentos para regresar a una respiración más completa, abundante y nutritiva, por lo que no hay motivos para preocuparse.
Sin embargo, en esta sección nos gustaría adentrarnos un poco más en el estudio del diafragma. Para empezar, debemos saber que el diafragma es un músculo que separa la cavidad torácica de la abdominal. Un dato curioso es que éste músculo es tan importante que, junto al corazón, mueve la mayor cantidad de sangre de nuestro organismo.
Tiene forma de bóveda o paraguas y está situado en el interior de las costillas. A través de él, pasa la arteria aorta y la vena cava. Se inserta en otros músculos importantes y, en conjunto, forman un todo, de tal forma que, si se tensa o se relaja una de las partes, es posible que se tensen o relajen las demás. Por arriba, el diafragma se relaciona con los pectorales, los trapecios, los escalenos y el esternocleidomastoideo. Por abajo, se conecta a la zona dorso- lumbar, y se piensa que puede tener relación con el Psoas.
Entre sus funciones, destacan tres: función respiratoria, función digestiva y función circulatoria. Es probable que, al lector, le hayan sorprendido estas últimas, pues son las menos conocidas. En efecto, el diafragma no sólo ayuda a la respiración, sino que igualmente favorece el proceso de la digestión, moviendo los órganos y vísceras, y la circulación de la sangre.
De ahí que, si trabajamos el pranayama en nuestras clases de Yoga, estemos contribuyendo no sólo a una vida más relajada y una respiración más tranquila, sino también a unas digestiones adecuadas y a una sangre bien oxigenada y limpia.
Cuando inspiramos, el diafragma desciende, permitiendo que los alveolos pulmonares puedan llenarse de oxígeno, y comprimiendo ligeramente el suelo pélvico. Cuando exhalamos, el diafragma asciende hasta la cuarta costilla, apretando suavemente los pulmones y produciendo el vaciado del aire. Este flujo incesante de inspiración y espiración se realiza generalmente de manera automática, es decir, no tenemos que pensar en ello. Pero, a través del pranayama o de los ejercicios respiratorios, podemos aprender a mover nuestro diafragma a voluntad y adquirir, de este modo, una conexión y un conocimiento más profundos de nuestro cuerpo.
Por último, compartir con vosotros/as que, en su origen, la palabra “Diafragma”, procedente del griego, significaba “dejar pasar”. Se piensa que los griegos lo llamaron así porque dejaba pasar a la aorta y a la vena cava, pero nosotros nos aventuramos a pensar que, quizás, también conocieron su vinculación con el paso del aire y de las emociones. Un diafragma relajado nos permite dejar pasar la sangre con más facilidad, está claro, pero también facilita que las emociones pueden pasar por nosotros y luego marcharse, sin tener que quedarse enquistadas en el cuerpo.