NUTRICIÓN INTEGRAL
Quienes practicamos Yoga Integral desde hace tiempo sabemos lo importante que es cuidar todos los aspectos de la persona, sin menospreciar o dejar de lado ninguno. El cuerpo, como recipiente que nos contiene, nos permite seguir avanzando en el camino de la consciencia. Es nuestro deber, por tanto, velar por su bienestar y darle el alimento que necesita para estar en calma y equilibrio.
Desde nuestra experiencia, no existe una dieta universal, cada individuo tiene unas particularidades que le hacen único.
Hay gente que funciona perfectamente con una alimentación vegana. En cambio, hay personas que necesitan meter algo de pescado o huevos, pues digieren mejor este tipo de proteínas. Por esta razón, creemos que no es posible dar recomendaciones rígidas y tratamos de dirigirnos más hacia opciones moderadas.
Para saber cuál es la dieta que más nos conviene, recomendamos llevar a cabo una depuración orgánica progresiva, retirando de nuestra dieta todo tipo de alimentos procesados, industrializados, azúcares, café u otro tipo de estimulantes, lácteos, carnes y grasas saturadas.
Una vez efectuada esta primera fase, podemos pasar a formularnos algunas cuestiones como: ¿Por qué he decidido comer ahora? ¿Tengo verdaderamente hambre o simplemente estoy nervioso, agitado o aburrido? ¿Cómo me siento después de haber comido? ¿Digiero con facilidad esta mezcla de alimentos, estoy liviano y puedo seguir pensando con claridad o necesito echarme una siesta? Estas preguntas llevarán nuestra atención directamente al interior, a la sabiduría que todos portamos dentro.
Además de este ejercicio, es obvio que como yoguis y yoguinis debemos perseguir también cierta coherencia entre nuestra filosofía de vida, nuestros valores y nuestra alimentación.
Por ejemplo, si estamos tratando de cultivar Ahimsa, la no- violencia, en nuestro día a día, sería conveniente que reflexionáramos acerca del tipo de alimentos que estamos consumiendo, las empresas a las que estamos apoyando con nuestro dinero y la clase de prácticas que, de uno u otro modo, estamos financiando.
En este sentido sería aconsejable consumir productos ecológicos, de temporada, que no estén dañando el medio ambiente con pesticidas, hormonas, o plásticos innecesarios. Alimentos que se estén produciendo de manera ecuánime y justa, y que no contribuyan a la explotación humana ni animal.
Al fin y al cabo, una de las principales enseñanzas del Yoga es que todos somos uno, todos estamos unidos por lazos invisibles, nuestra vida se sostiene gracias al trabajo de los demás, al sol, a la la lluvia, al humus fértil, a las abejas, las mariposas y los pájaros. Cuanto más investigamos, más nos convencemos de que somos seres eco e interdependientes. Y esto no debe quedarse en la belleza de los discursos ni las palabras, sino que debe traducirse en hechos concretos y decisiones justas.
Pero sigamos buscando la coherencia, atrevámonos a ir más allá. Ya hemos hablado de la importancia de tener en cuenta valores éticos y ambientales a la hora de alimentarnos, pero ¿es suficiente?, ¿no se nos olvida algo? ¿Qué hay de nuestra sadhana personal, de las necesidades específicas que todos los practicantes de Yoga tenemos?
Como sadhakas no podemos permitirnos una alimentación pobre, procesada, desvitalizada, necesitamos dosis extra de flexibilidad, elasticidad, fuerza, una mente despejada, una atmósfera emocional tranquila, y una gran capacidad de atención y concentración.
Difícilmente podremos obtener estos frutos con el consumo habitual de azúcar, alcohol, condimentos picantes o café. Todo ello entraría dentro de los alimentos extremadamente expansivos o Yin. Por lo que hemos podido experimentar hasta la fecha, tampoco es posible hallar el sosiego y la lucidez si consumimos habitualmente alimentos excesivamente contractivos o Yang, como las pizzas procesadas, las carnes y embutidos, los quesos curados o el pan tostado.
En general, si queremos mantenernos jóvenes, sentirnos tranquilos, vitales, alegres y ser más conscientes, será mejor que optemos en su mayoría por alimentos sátvicos, equilibrados.
Las frutas y verduras de temporada, los cereales integrales, los germinados, las semillas y frutos secos, las legumbres, las hierbas aromáticas, las setas, las algas y el pescado deberían constituir el grueso de nuestra dieta.
Éstas son las premisas que seguimos a la hora de planificar los menús que ofrecemos en los cursos y retiros. Sabemos que, cuando realizamos un cambio progresivo en nuestra alimentación, es difícil percibir los beneficios de manera inmediata. Sin embargo, si dedicamos 5 o 6 días de retiro a estar en plena naturaleza, si realizamos un trabajo personal y nos nutrimos conforme a las necesidades de nuestro cuerpo, es mucho más sencillo percatarse del alcance de estos pequeños cambios a nivel físico, emocional y mental.
El yoga, en combinación con una alimentación equilibrada, ayuda a las personas a experimentar algo esencial: la calidad de sus meditaciones aumenta, su mente se vuelve más calma, su corazón se transforma en un centro sensible y cálido desde el que empezar a vivir de otra manera.
Cuando regresan a sus casas, algunas de estas personas deciden introducir cambios en su dieta y aumentan su compromiso con la práctica, han percibido de primera mano que esto facilita la armonía interior.
Como puede observarse, el enfoque del Yoga Integral es, en realidad, un enfoque global, que abarca todos los aspectos de la persona y su estilo de vida, no sólo la nutrición. Si empezamos a escuchar la voz de dentro, si prestamos atención a cómo nos sentimos después de haber comido un determinado plato, si cultivamos Ahimsa, evitando el sufrimiento innecesario, las injusticias y la destrucción, si nutrimos nuestra mente y nuestro cuerpo, priorizando alimentos energéticamente equilibrados, estaremos sentando las bases de una alimentación sostenible, personalizada y armónica.
Una alimentación que nos facilitará la práctica de Yoga, que nos impulsará a vivir de manera más consciente, que favorecerá meditaciones esclarecedoras, que fortalecerá el vínculo con nuestro maestro interior, y nos invitará a seguir ofreciendo lo mejor de nosotros. Habremos dado entonces con la nutrición integral, la nutrición al servicio de lo que anhela el alma.
** Fotografías sacadas de Internet **
Qué bueno el artículo,a mí me pasó el año pasado en el retiro de formación del primer año,
No comía mucha carne la verdad pero después del retiro sentía que había limpiado mi cuerpo de toxinas con el satkarma que se hizo allí y todo el trabajo sentí que si metía carne a mí cuerpo se me quedaría podrido en mis intestinos por eso a raíz de ahí no he vuelto a comer carne ni siquiera jamón que me encantaba!!
Me siento bien y no me lo pide el cuerpo,es cierto que una vez a la semana como pescado,pero carne desde entonces no , mi cuerpo y mi mente lo rechaza.
Sí Mayte, cada cuerpo es un mundo y hay que saber escuchar en cada momento lo que nos está pidiendo. Desde luego una alimentación sin carne es, energéticamente hablando, muy apropiada para la meditación. Pero lo dicho, cada cual debe ir escuchándose y respetándose. Un abrazo fuerte!