MIRRA ALFASSA
Mirra Alfassa nace en Paris el 21 de febrero de 1878, en el seno de una familia modesta. Su madre era una mujer egipcia con mucho carácter, que se definía a sí misma como atea y comunista. Su padre era un banquero turco que amaba las matemáticas y los pájaros, era habitual que dejara volar a los canarios que tenían en casa por la habitación.
La educación de la joven Mirra se da en un ambiente muy positivo, aunque, desde bien pronto, comienza a percibir una serie de fenómenos fuera de lo común, y empieza a tener frecuentes experiencias extrasensoriales que sus padres no entienden. De hecho, en un momento dado, su madre la lleva al médico para ver si su hija padece algún tipo de enfermedad.
En seguida, Mirra muestra un gran entusiasmo y habilidad para la pintura y los instrumentos musicales, por lo que marcha a estudiar a la Escuela de Bellas Artes de París. A los 19 años, se casa con el pintor Henri Morisset, con quien tendrá un hijo llamado André. Pasa bastante tiempo rodeada de una atmósfera artística y se acaba relacionando con pintores impresionistas de la talla de Manet, Renoir, Sisley o Roden. Desde 1903 a 1905, el talento de la jovencísima Mirra se mostrará en distintas exposiciones de la Sociedad Nacional de Bellas Artes de París.
A pesar de sentirse muy a gusto en este ambiente, Mirra sigue teniendo inquietudes hacia realidades más allá de lo visible. Su impulso interior le llevará pronto a divorciarse de su marido y a sumergirse de lleno en el mundo del ocultismo. Es en esta época cuando conoce a un ocultista llamado Max Theón y a Alma, su esposa, una médium de gran poder. Ellos la invitan a unirse al Grupo Cósmico, un grupo de estudios ocultistas. Aquí aprende a manejarse con los distintos planos de la existencia de forma consciente.
Sin embargo, Mirra era una mujer muy observadora y pronto se da cuenta de que el poder de Alma y Theón es limitado. Era habitual que acudieran a ellos personas con graves enfermedades, y en general, eran sanadas, pero al poco tiempo volvían a enfermar.
El ocultismo no parece producir una completa transformación de la materia y esto le hace dudar de su validez.
En 1908 Mirra se distancia de esta pareja y se enamora de un abogado, filósofo y político llamado Paul. Tres años después, se casa con él en segundas nupcias. Paul era muy aficionado a los temas ocultos también y había quedado profundamente tocado por un yogui llamado Aurobindo Ghose, al que había tenido oportunidad de conocer en una campaña electoral en Pondicherry.
Cuando Mirra conoce a este yogui, queda perpleja, pues ya lo había visto en muchas de sus visiones.
Rápidamente entiende que es con él con quien acabará compartiendo su existencia, aunque deberá esperar algún tiempo. Paul, Mirra y Aurobindo inician juntos el proyecto de una revista titulada Arya. Como estalla la Primera Guerra Mundial y Paul es llamado a filas, es Aurobindo quien queda encargado de esta publicación. A través de ella, irá compartiendo por fascículos algunas de sus grandes obras filosóficas.
Varios años después, Mirra decide dejar su relación con Paul y regresa a Pondicherry con Aurobindo, donde se establecerá definitivamente. Allí, Aurobindo había logrado formar un ashram, junto a un grupo cada vez más creciente de seguidores y practicantes de yoga. Mirra pasa a ser conocida como “La Madre”, pues así empieza a llamarla Aurobindo.
Ambos llegan a la conclusión de que las realizaciones y experiencias espirituales no pueden producir, por sí mismas, un cambio transformador. La única manera de que ese cambio tenga lugar es mediante el descenso de la luz a la materia.
Sri Aurobindo siente la necesidad de retirarse durante un tiempo para reflexionar, experimentar y escribir sobre esto. Mientras tanto, la Madre se quedará al cargo de toda la parte logística del Ashram: financiación del grupo, hospedaje, alimentación y acompañamiento espiritual.
Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, el ashram acoge a nuevos adultos y niños. Los 200 habitantes que había hasta la fecha se multiplican por diez. Terminada la guerra, Aurobindo y Mirra Alfassa observan que su comunidad no sólo ha sabido sobrevivir al conflicto bélico, sino que se ha convertido en un auténtico laboratorio de la experiencia humana.
Un laboratorio ideal para bajar el cielo a la tierra mediante prácticas de consciencia.
En 1950, Aurobindo termina de escribir su obra más larga y poética, Savitri, y deja el cuerpo físico para seguir trabajando desde el otro plano. La Madre queda al mando de la comunidad de Auroville, la ciudad de la aurora, y comienza su investigación sobre el yoga de la transformación física o yoga de las células. Escribe varios libros y muestra especial cariño y entusiasmo por el futuro de la educación, impulsando la apertura de varias escuelas. Paralelamente, ejerce una importante labor de guía y acompañamiento espiritual a sus discípulos, donde destacan sus conversaciones con Satprem, que quedaron reflejadas en La Agenda.
Su deseo es que Auroville se convirtiera en un verdadero ejemplo de una humanidad más luminosa.
En sus propias palabras: “ Debe existir sobre la Tierra un lugar inalienable, un lugar que no pertenezca a ninguna nación, un sitio donde todos los seres de buena voluntad, sinceros en sus aspiraciones, puedan vivir libremente como ciudadanos del mundo, un lugar de una vida comunitaria internacional, donde hombres y mujeres aprendan a vivir en paz y armonía, más allá de todas las creencias, opiniones políticas y nacionalidades.”
En 1973, la Madre abandona su cuerpo físico.