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La Muerte, una cuestión universal que nos interesa y confronta a todos/as sin méritos o distinciones. Una especie de misterioso destino ineludible que nos espera en algún punto del peregrinaje de la vida.
La Muerte temida, misteriosa, terrible, liberadora, omnipresente … venerada y rechazada, incluso deificada por la mayoría de las culturas, específicamente como Yama en la cultura védica de la India, en la que es a la vez maestro y deidad.
Una deidad implacable a la que se ofrecen rituales y sacrificios, solemne y justa en el imaginario de aquellas gentes que decían estar tocadas por algún tipo de inspiración elevada que les daba la capacidad de escribir grandiosos versos.
La literatura védica está llena de diálogos del yogui con Yama, como un símbolo de comunicación entre lo impermanente y lo permanente, una forma de ver el Yoga como el método o métodos que llevan a una inmortalidad mayormente simbólica al haberse liberado la persona de lo que es transitorio, siendo la muerte la maestra para el encuentro con el alma. Algo que todos podemos reconocer cuando caemos en la cuenta de que la presencia de lo mortal nos anima a mirar más profundamente lo que es importante del acto de vivir.
En la línea de estos diálogos con la Muerte, Sri Aurobindo en su poema el Savitri genera un corpus propio de interacción con esta deidad oscura, y en los libros 8, 9 y 10 de la obra ubica la cuestión de una forma sublime, resignificando la cuestión de la muerte sobre todo a través de la dialéctica que despliega el dios Yama con la propia Savitri. El siguiente pasaje es un ejemplo de ello, puesto en contexto comentar que corresponde al libro X y al Canto III, titulado “El Debate entre el Amor y la Muerte”, y que es la continuación de una intensa conversación que en este punto concluye con la disertación de Savitri, en la que más que rendirle pleitesía a Yama, lo cuestiona como creador de un paradigma que puede ser reformulado por el Amor, dándole a esta palabra “amor” su sentido más originario “a-mor, sin muerte”.
SAVITRI, LIBRO X: EL LIBRO DEL DOBLE CREPÚSCULO
CANTO III: EL DEBATE ENTRE EL AMOR Y LA MUERTE
Mas Savitri respondió a la poderosa Muerte:
“Oh del universo sofista de oscurecida faz
que velas lo Real con tu propia Idea,
ocultando con torpes propósitos el vivo rostro de la Naturaleza
enmascarando la eternidad con tu danza de muerte,
tú has tramado la ignorante mente como una pantalla
y el hecho del Pensamiento proveedor y escriba del error,
y un falso testigo del sentido servidor de la mente.
Esteta de la tristeza del mundo,
campeón de la áspera y triste filosofía
has utilizado las palabras para impedir el paso de la Luz
y recurrido a la Verdad para reivindicar una mentira.
Una mentirosa realidad es la corona de la falsedad
y una pervertida verdad su más rica gema.
Oh Muerte, tú hablas con la verdad pero la verdad que mata,
Yo te respondo con la Verdad que salva.
Un viajero redescubriéndose a sí mismo,
hizo del mundo de la Materia su punto de partida,
de la Nada hizo su viviente espacio
y de la Noche un proceso de la eterna luz
y de la muerte una espuela hacia la inmortalidad.
Dios envolvió su cabeza de la mirada en la capucha de la Materia,
zambulló su consciencia en las inconscientes profundidades,
el Todo-Conocimiento aparentó una inmensa Nesciencia oscura;
el Infinito revistió la forma de un cero ilimitado.
Sus abismos de felicidad se convirtieron en insensibles profundidades,
la Eternidad en una vacía Vastedad espiritual.
Anulando una original nulidad
lo Eterno tomó como base la vaciedad
y erigió la figura de un universo,
para que el espíritu pudiera aventurarse en el Tiempo
y batallar con la adamante Necesidad
y el alma recorrer un cósmico peregrinaje.
…..
“Oh Muerte, tú miras un mundo inconcluso
asediado por ti e inseguro en su camino,
poblado de mentes imperfectas y por ignorantes vidas,
y aseveras que no hay Dios y que todo es vano.
¿Cómo podría el niño ser ya el hombre?
¿Acaso porque es niño, nunca crecerá?
¿Acaso porque es ignorante, nunca aprenderá?
En la frágil insignificante semilla late un árbol enorme,
en un minúsculo gen un ser pensante permanece encerrado;
un diminuto elemento de un diminuto esperma
crece y es un conquistador y un sabio.
Entonces ¿abominarás, Muerte, de la mística verdad de Dios,
negarás el oculto milagro espiritual?
¿Todavía dirás que no hay espíritu, ni Dios?