YOGA PARA MITIGAR LOS EFECTOS COLATERALES DE LOS TRATAMIENTOS PARA EL CÁNCER
Autores:
Po-Ju Lin,1 Luke J. Peppone,1 Michelle C. Janelsins,1 Supriya G. Mohile,2 Charles S. Kamen,1 Ian R. Kleckner,1 Chunkit Fung,2 Matthew Asare,1 Calvin L. Cole,3 Eva Culakova,1 and Karen M. Mustian 1
Introducción:
El cáncer es una de las enfermedades más comunes en EEUU. Casi la mitad de la población de América será diagnosticada con cáncer en algún momento de su vida. En la actualidad, 15 millones y medio de personas están conviviendo con la enfermedad, y para el 2026 se esperan cifras de más de 20 millones. Los pacientes no sólo tienen que sufrir los efectos directos del cáncer, sino que deben soportar también los efectos colaterales que provocan los tratamientos como: dificultades para conciliar el sueño, fatiga, deterioro cognitivo, estrés psicológico, y síntomas musculoesqueléticos. Estos efectos empeoran la recuperación y la calidad de vida de los pacientes, que encuentran muy difícil seguir participando en las actividades del día a día como comer, trabajar, pasear, asistir a reuniones familiares, etc. Además, pueden durar años después del tratamiento de quimioterapia.
De ahí que uno de los principales objetivos del Instituto Nacional del Cáncer sea ver de qué manera se pueden disminuir estos efectos colaterales provocados por los tratamientos, mejorando así el bienestar y la recuperación de las personas diagnosticadas con cáncer.
El yoga es una terapia integral, no farmacológica, que, según algunos estudios, podría ser eficaz para tratar la disrupción del sueño, la fatiga, el deterioro cognitivo, el estrés y el dolor músculo- esquelético de los pacientes con cáncer. Para este caso en particular, son especialmente interesantes el yoga restaurativo y el hatha yoga suave.
El objetivo de este artículo es resumir la literatura científica que hay sobre este tema, dar algunas recomendaciones para el uso del yoga por parte del personal sanitario y sugerir mejoras para la investigación futura.
Yoga para tratar los problemas para conciliar el sueño en los pacientes con cáncer:
La dificultad para dormir es uno de los efectos más adversos y frecuentes. Hemos analizado 10 ensayos clínicos realizados sobre personas que habían recibido quimioterapia y radioterapia o la estaban recibiendo en el momento del estudio. 7 ensayos concluyen que el yoga restaurativo, yoga suave, Yyengar o yoga tibetanoo, practicado 1 o 2 horas, durante 1 a 3 veces por semana, en un periodo de 4 a 10 semanas, parece mejorar la calidad del sueño de los pacientes, que tardan menos tiempo en dormirse, duermen más horas seguidas y acaban reduciendo su medicación. 3 ensayos, en cambio, no encontraron ninguna prueba objetiva de que el yoga mejorara los problemas de sueño.
Yoga para tratar la fatiga en pacientes con cáncer:
La fatiga es otro efecto muy frecuente en los pacientes que han sido sometidos a tratamientos de quimioterapia o radioterapia. Analizamos 16 ensayos clínicos que han tratado de averiguar si el yoga podía reducir el cansancio crónico de estas personas. Todos ellos concluyen que el hatha yoga suave o ejercicios de estiramiento, realizados de 1 a 2 horas, 1 a 3 veces por semana y en un periodo de 4 a 12 semanas, pueden ser eficaces para reducir la fatiga en estos pacientes. Los beneficios del yoga parecen durar hasta 6 meses después de la intervención.
Yoga para tratar el deterioro cognitivo en pacientes con cáncer:
Algunos estudios señalan que más del 80% de los pacientes sometidos a quimioterapia o radioterapia experimentan el llamado “quimiocerebro” durante el tratamiento, y en el 35% de los casos esta sensación persiste después. Analizamos dos ensayos clínicos referidos a este asunto. Janelsins y sus compañeros demostraron que 4 semanas de yoga suave, ejercicios de respiración y meditación mejoraban significativamente la memoria de los pacientes. Por su parte, el D. Derry y otros, reportaron que la intervención con hatha yoga no era especialmente efectiva al instante, sino 3 meses después, donde el 23% de los participantes afirmaban sentirse mejor a nivel cognitivo. Estos estudios revelan que el yoga restaurativo, realizado entre 75 y 90 minutos, a una baja intensidad, dos veces por semana, entre 4 y 12 semanas, podría ser beneficioso para tratar el deterioro cognitivo de los pacientes sometidos a quimio o radioterapia.
Yoga para tratar el estrés en los pacientes con cáncer:
La mayoría de los pacientes diagnosticados padecen estrés psicológico, depresión, y desórdenes relacionados con la ansiedad. Hemos identificado 18 estudios clínicos que analizan los efectos del yoga sobre este tipo de problemas. La mayoría de participantes eran mujeres con cáncer de mama, aunque había unas pocas personas con linfoma. En general, todos los ensayos llegan a la conclusión de que la práctica de hatha yoga, en sesiones de 1 hora- 1 hora y media, en una intensidad moderada, 1 a 7 veces por semana, durante un periodo de 3 a 12 semanas puede ser eficaz para tratar el estrés psicológico en pacientes que han sido sometidos a quimio o radioterapia. Esto se observa sobre todo a corto plazo, aunque dos estudios afirman que los beneficios se prolongan en el medio y largo plazo.
Yoga para tratar los síntomas músculoesqueléticos en pacientes con cáncer:
Sólo he ha encontrado un estudio que investigue los efectos del yoga en esta área. Peppone y otros confirmaron que en 4 semanas de hatha yoga restaurativo, practicado dos veces a la semana en sesiones de 75 minutos, pacientes de cáncer de mama reportaban una disminución significativa del dolor muscular y la incomodidad física.
Mecanismos biológicos potenciales:
Nuestro grupo de investigación ha desarrollado un modelo teórico para tratar de entender los efectos del yoga en pacientes que han sido sometidos a distintos tratamientos para el cáncer. Nuestra teoría sugiere que el cáncer y sus tratamientos tienen un impacto negativo en algunos mecanismos biológicos fundamentales como: los ritmos circadianos, las funciones cardiopulmonar y muscular, la respuesta al estrés y el sistema inmune. Todo ello es lo que lleva a las personas a experimentar trastornos de sueño, deterioro cognitivo, ansiedad, depresión, fatiga, etc. El yoga podría influir positivamente en los ritmos circadianos, la respuesta al estrés y el sistema inmunológico, pudiendo mejorar el resto de efectos colaterales.
Sin embargo, se han hecho pocos estudios al respecto. Algunos ensayos han demostrado los efectos positivos del yoga en la reducción de la inflamación y en la regulación de los niveles de cortisol durante el día, pero queda mucho por investigar aún. Para poder hacer una aproximación más científica a la temática, sería necesario que se estandarizaran los protocolos, la duración de las sesiones y las intervenciones y el tipo de yoga, así podrían hacerse comparativas más exactas y extraerse mejores conclusiones.
Recomendaciones clínicas:
Dado que el yoga está proliferando ampliamente en Norteamérica y no existe una regulación de la práctica, creemos necesario dar una serie de recomendaciones clínicas para que los pacientes de cáncer no pierdan tiempo, dinero ni energía probando estilos de yoga y formatos que no van a serles beneficiosos. Por ejemplo, practicar yoga en una habitación a temperaturas elevadas puede estar contraindicado para estas personas, al igual que el yoga muy vigoroso, que puede incluso incrementar el malestar. Los profesionales sanitarios y oncólogos que quieran recomendar la práctica de yoga a sus pacientes con cáncer deben tener en cuenta, por tanto, ciertas cosas:
• Los pacientes con cáncer pueden realizar yoga de manera segura mientras reciben quimio o radioterapia.
• También pueden realizar yoga de manera segura después de haber pasado por el quirófano o haber sido tratados con quimio o radioterapia.
• Las intervenciones de yoga para casos de cáncer están disponibles en algunos centros especializados de cáncer.
• Participar en sesiones de yoga moderadas que incorporen un hatha suave y restaurativo, ejercicios de respiración y meditación, de 1 a 3 veces por semana, en sesiones de 45 a 120 minutos, durante 1 a 12 semanas puede mejorar los trastornos de sueño, la fatiga, el deterioro cognitivo, el estrés psicológico y los síntomas musculoesqueléticos.
• Los pacientes de cáncer necesitan ser informados por sus médicos y oncólogos para entender las posibles contraindicaciones, si las hubiera. También deben ser informados de qué estilos de yoga son los más adecuados para su caso.
• Los profesores de yoga deben tener una cualificación especial para trabajar con este tipo de pacientes, o al menos tener experiencia dando clases a personas con otras enfermedades.
Conclusiones:
El yoga puede mejorar los trastornos de sueño y el funcionamiento cognitivo, reducir la fatiga, el estrés psicológico y los síntomas musculoesqueléticos entre los pacientes con cáncer sometidos a distintos tratamientos. Los médicos deberían considerar la prescripción del yoga a los pacientes que tengan estas dificultades, conduciéndolos hacia profesores de yoga especialmente cualificados para el trabajo con cáncer. Además, es necesario seguir investigando en este área para averiguar qué dosis, estilos y frecuencias son las más adecuadas para cada caso.
Traducido por: Nuria Pérez