EQUILIBRA TU CUERPO
Cualquiera que se haya adentrado en los principios del Yoga sabe que el trabajo físico es solo una parte más, un instrumento, de un método mucho más extenso.
Esto hace que su objetivo sea mucho más luminoso que el de tener un cuerpo saludable o equilibrado.
Cuando esta disciplina llegó a Occidente, se produjeron toda una serie de adaptaciones, interpretaciones y transformaciones que, en algunos casos, constituyeron un alejamiento de la enseñanza primigenia. Sin embargo, no debemos olvidar que, gracias al desarrollo científico y técnico de Occidente, el Hatha Yoga se vio enriquecido con multitud de conocimientos anatómicos y fisiológicos muy valiosos. Esto hizo que, a finales del siglo XX, la práctica empezara a extenderse masivamente como un medio para sanar el cuerpo físico.
Este fenómeno ha perdurado hasta el día de hoy, donde los problemas relacionados con la salud son cada vez más frecuentes. Se habla mucho de deporte, los propios médicos lo prescriben, se construyen cada vez más gimnasios y a precios más populares, se publican más libros que nunca sobre el tema… Pero la situación no parece mejorar.
Haciendo un símil con los tres gunas, podemos decir que la actividad física ha ido perdiendo su equilibrio (sattva).
En primer lugar, contamos con un porcentaje elevado de sedentarismo con graves consecuencias para la salud (tamas). En el otro lado de la balanza, tenemos a un creciente número de personas que viven en una especie de “culto al deporte”. Esto tampoco es positivo, pues conduce a un desgaste físico y energético excesivo (rajas). Además, se suelen producir descompensaciones en determinados grupos y cadenas musculares, lo que acaba por generar lesiones de tipo: codo de tenista, esguince de surfista, etc.
Y es aquí donde la práctica de asana se presenta como una herramienta fundamental a la hora de “corregir” estos desequilibrios.
Para la población sedentaria es ideal, ya que se adapta a cualquier edad, condición o estado de salud. Igualmente, al ser una práctica ordenada y progresiva, puede ir generando mejoras en cualidades fundamentales como la fuerza, la flexibilidad, la propiocepción y la resistencia. Esto hace que las tablas de asana sean muy beneficiosas para comenzar a realizar una actividad física moderada sin generar descompensaciones.
Por su parte, en las personas con actividad física intensa o muy especializada, el Hatha Yoga puede ayudar a trabajar la musculatura antagónica y estabilizadora, así como a mejorar la flexibilidad y la movilidad articular, tan importantes para evitar lesiones.
Para finalizar, hay que resaltar la importancia de saber bien lo que estamos haciendo. El Yoga requiere, como cualquier disciplina, un aprendizaje y una guía. Por ello, tanto la figura del profesor como la línea que elijamos tienen que adaptarse a nosotras/os y a nuestras necesidades actuales.
Además de esto, es conveniente que empecemos a ver el ejercicio físico de manera global. Una hora al día practicando ásana o cualquier otra actividad no constituye, en ningún caso, una píldora mágica, y no va a revertir los efectos nocivos del sedentarismo. Será necesario que sumemos a esa hora diaria una gran cantidad de movimiento: ya sea bailando, subiendo la compra por las escaleras, limpiando la casa, jugando con nuestros hijos/as, etc.
Precisamente en estos momentos de confinamiento, necesitamos más que nunca añadir actividad y movilidad a nuestros días. Seguid practicando Yoga, por supuesto, pero luego no os quedéis el resto del tiempo sentadas/os en una silla, aprovechad la mínima oportunidad para equilibrar vuestro cuerpo, mente y emociones con el movimiento y las muchas posibilidades que nos ofrecen las tareas cotidianas. Lo agradeceréis.
Kavi, Formador de Profesores/as de Yoga Integral