LA ESCALERA INTERIOR, EL ASCENSO
La escalera interior, el ascenso En la profunda casa del loto se sentaba su ser como en un sitial marmóreo de concentración, invocando a la poderosa Madre de los mundos para que hiciera su hogar de esta habitación terrena. Como en un destello de luz suprema, una viva imagen del Poder original, una faz, una forma descendió dentro de su corazón haciéndolo su templo y pura morada.
Mas cuando sus pies habían tocado la trémula flor, un poderoso movimiento estremeció el espacio interior como si un mundo fuera sacudido y encontrara su alma: desde la noche sin alma y sin mente de lo Inconsciente una flamígera Serpiente ascendió liberada del sueño.
Se levantó henchiendo sus anillos y erguida y ascendiendo poderosa, tempestuosamente en su camino tocó sus centros con su llameante boca; como si un ardiente beso hubiera interrumpido su sueño, florecieron y rieron colmados de luz y de gozo. Luego en la cúspide alcanzó el espacio de lo Eterno.
En la flor de la cabeza, en la flor de la base de la Materia, en cada divino centro y nudo de la Naturaleza mantenía unida la mística corriente que junta las cimas invisibles con las invisibles profundidades, la sarta de fortines que constituyen la frágil defensa que nos salvaguarda contra el desmesurado mundo, nuestras líneas de autoexpresión en su Vastedad.
Una imagen se asentó del Poder original revistiendo la forma y el rostro de la poderosa Madre. Armada, portadora de arma y emblema cuyo oculto poder ninguna magia puede imitar, múltiple aunque una se sentó, una fuerza protectora: con gesto salvador extendía su brazo alzado, y símbolo de una nativa fortaleza cósmica, un sagrado animal estaba tendido bajo sus pies, silenciosa masa de fuerza viva de ojos de llama.
Todo sufrió un culminante cambio celestial: derribando el ciego y mudo muro del negro Inconsciente, borrando los círculos de la Ignorancia, poderes y divinidades irrumpieron flameantes; cada parte del ser trémula de delicia permanecía rebosante de corrientes de felicidad y veía su mano en cada circunstancia y sentía su toque en cada miembro y en cada célula.
En la región del loto de la cabeza de la que la mente pensante ha hecho su atareado espacio, en el castillo del loto del entrecejo desde donde dispara las flechas de su visión y su voluntad, en el pasaje del loto de la garganta en donde surge la palabra y la expresión de la mente y el impulso del corazón corre hacia palabra y acto, llegaron una alegre exaltación y un nuevo funcionamiento. Pensamientos de lo inmortal desplazaron nuestra limitada visión, pensamientos de lo inmortal [desplazaron] las deslucidas idea y sensación de la tierra; todas las cosas tenían ahora un sentido más profundo y celestial. Una feliz clara armonía marcaba el perfil de su verdad, recomponía el balance y las medidas del mundo.
Cada forma mostraba su oculto diseño, desvelaba el propósito de Dios por el cual fue hecha y el vívido esplendor de su pensamiento de artista. Canal de decisión de la poderosa Madre, la voluntad de lo inmortal tomó bajo su apacible control nuestro ciego o errado gobierno de la vida; antaño insegura república de deseos y necesidades, luego inclinada ante la incierta soberanía de la mente, la vida ahora obedecía una norma más divina y cada acto se convertía en un acto de Dios.
En el reino del loto del corazón el amor cantando su puro himno virginal hacía de la vida y del cuerpo espejos de sagrada alegría y todas las emociones hacían entrega de sí mismas a Dios. En el amplio ámbito imperial del loto del ombligo sus atrevidas ambiciones y sus dominantes deseos fueron domeñados en instrumentos de una gran vibración calma para hacer un trabajo de Dios en el suelo de la tierra.
En las mezquinas partes del exiguo centro inferior su pueril juego de cotidianos enanos deseos fue transformado en dulce y bullicioso juego, retozo de pequeños dioses con la vida en el Tiempo. En el profundo lugar en donde antes dormía la Serpiente, surgió un asidero sobre los gigantescos poderes de la Materia para amplias utilidades en el pequeño espacio de la vida; una base firme fue asentada para el descendente poder del Cielo.
Tras todo ello reinaba su soberana alma inmortal: apartando de sí su velo de Ignorancia, unida a dioses y cósmicos seres y poderes construía la armonía de su estado humano; rendida en las manos de la gran Madre del Mundo sólo obedecía su único supremo comando en el enigma del mundo de lo Inconsciente.
Un alma secreta detrás soportándolo todo señora y testigo de nuestra ignorante vida, acepta la apariencia de Persona y el papel que la Naturaleza le asigna. Mas una vez que las ocultas puertas son retiradas entonces el velado rey avanza al frente de la Naturaleza; una Luz desciende a la Ignorancia, su opresivo nudo doloroso afloja su presa: la mente se convierte en instrumento sumiso y la vida en matiz y expresión del alma.
Todo crece felizmente hacia el conocimiento y hacia el gozo. Una divina Potencia toma entonces el lugar de la Naturaleza e impulsa los movimientos de nuestro cuerpo y nuestra mente; dueña de nuestras apasionadas esperanzas y sueños, querida déspota de nuestros pensamientos y actos, hace fluir en nosotros con su fuerza ilimitada, en miembros mortales el rapto y el poder de lo Inmortal.
Una ley interior de belleza modela nuestras vidas; nuestras palabras se convierten en lenguaje natural de la Verdad, cada pensamiento es una onda en un mar de Luz.
Entonces pecado y virtud abandonan los catálogos cósmicos; dejan de forcejear en nuestros liberados corazones: nuestros actos armonizan con el simple bien natural de Dios o sirven a la norma de un Derecho celestial.
Todos los comportamientos desagradables, malvados y falsos abandonan sus puestos en furioso desorden y van a esconder su vergüenza en la oscuridad del subconsciente. Entonces eleva la mente un grito de victoria: “Oh alma, alma mía, hemos creado el Cielo, en el interior hemos fundado aquí el reino de Dios, sus fortalezas construido en un mundo conspicuamente ignorante.
Nuestra vida está afianzada entre dos ríos de Luz, hemos transformado el espacio en un abismo de paz y convertido el cuerpo en Capitolio de gozo. ¿Qué más, qué más, si algo más debe ser hecho?”
En el lento proceso del espíritu que evoluciona, en el breve estadio entre una muerte y un nacimiento una primera fase de perfección es por fin alcanzada: de la madera y la piedra sustancia de nuestra naturaleza se ha dado forma a un templo en donde los altos dioses pueden vivir.
Incluso si el esforzado mundo es dejado fuera la perfección de un hombre todavía puede salvar al mundo. Ha sido ganada una nueva proximidad a los cielos, unos primeros esponsales de la Tierra y el Cielo, un amplio concordato entre la Verdad y la Vida: un campamento de Dios ha sido asentado en el tiempo humano.
Sri Aurobindo. Savitri, Canto V.