CORREGIR EN ASANA
Se abre un nuevo año y un nuevo mes, y es probable que, muchos de vosotros/as, hayáis aprovechado estas Navidades tan peculiares para reflexionar sobre ciertos aspectos de vuestra vida. Con bastante seguridad, habréis descubierto que necesitáis hacer algunas mejoras que llevabais posponiendo desde hace tiempo: retomar una práctica deportiva regular, mudaros de casa, decir adiós a una pareja o ciudad, perder el miedo a conducir, etc.
Si sois profesoras de yoga en activo, es posible que también hayáis identificado determinados aspectos a pulir: mejorar quizás vuestra forma de relacionaros con el dinero, planificaros de manera más eficaz, perder el miedo a las tecnologías, abrir nuevos proyectos, administrar mejor vuestro tiempo y vuestras finanzas o, por qué no, aprender a corregir mejor a los alumnos, ahora que las circunstancias han cambiado.
Y es que muchos de vosotros/as os las habéis tenido que ingeniar, durante la pandemia, para corregir los asanas sin herir la sensibilidad de nadie ni saltaros las exigencias sanitarias.
En primer lugar, la mayoría habréis tenido que desarrollar casi un sexto sentido para poder distinguir cuándo es imprescindible que os acerquéis a un alumno y cuándo no, cuándo la indicación verbal es suficiente o cuándo se queda corta, y demás. Sabemos que, en la actualidad, hay muchas personas que pueden incomodarse si nos aproximamos, esto se aplica especialmente a los alumnos nuevos, que todavía no conocen la dinámica de la clase. Y, aunque tengamos gel hidroalcohólico cerca y nos lo demos en las manos antes de efectuar la corrección, aunque nos acerquemos con mascarilla y nos movamos siempre en el máximo respeto, puede haber susceptibilidades y debemos ser cuidadosos.
Lo bueno de la situación a la que nos enfrentamos actualmente es que nos obliga a ser mejores profesores y profesoras. Sí, nos obliga a profesionalizarnos, a agudizar todavía más nuestra sensibilidad, a dar consignas o indicaciones verbales más claras y precisas y a corregir con las manos sólo en los casos estrictamente necesarios.
Y bien, ¿Cómo podemos saber qué casos son estos? Si llevamos mucho tiempo en la profesión, probablemente nuestra intuición será nuestra mejor aliada. Sin embargo, si acabamos de empezar podemos guiarnos por alguna de estas pautas:
•Corregiremos un asana mediante el tacto cuando veamos que la persona todavía no ha interiorizado un patrón postural importante: por ejemplo, sigue bajando el brazo demasiado en Uttitha Trikonásana, lo que le lleva a cerrar las caderas, o se encorva mucho en Paschimottanasa con tal de llevar la frente hacia las piernas.
•Igualmente, corregiremos un asana mediante el tacto cuando veamos que puede haber daño articular (un hombro demasiado abierto, unos codos o unas rodillas hiper-laxos cargando el peso del cuerpo, unas muñecas a punto de abrirse en Chakrásana, etc.) y no sepamos de qué manera indicarle a la persona mediante palabras el movimiento que debe hacer.
Por lo general, salvo estos casos, el resto de correcciones podremos darlas a través de indicaciones verbales. Aunque al principio podamos sentirnos un poco torpes con esto, será cuestión de soltarse los primeros meses para que, poco a poco, vayamos cogiendo maestría y precisión. Desde aquí animar a todos los profesores y profesoras de Yoga que, aún en esta época retadora, siguen poniendo día a día lo mejor de su parte para llevar la luz de esta metodología de transformación personal a tantas y tantas personas.
Nuria