Aplicaciones prácticas de la ley de evolución
Cada vez más voces de los diversos ámbitos del conocimiento humano: ciencia, filosofía, psicología, religión y espiritualidad, aceptan y desarrollan un enfoque evolutivo para explicar el sentido y los procesos de la vida humana, por lo que hablar en términos de evolución está dejando de ser una excentricidad difícil de aceptar, aunque a la hora de desarrollar el tema en las clases de Yoga (si somos profesores) o de llevarlo a nuestra sadhana nos puede parecer demasiado filosófico y complejo para compartirlo o hacerlo práctico, y nos preguntamos,
¿Cómo aplicar la ley de evolución a la vida cotidiana?
Sri Aurobindo desarrolló las bases del Yoga Integral y Supramental inspirándose en la ley de evolución, partiendo de la visión de un cosmos que considera el despliegue ininterrumpido de un poder creativo de manifestación de la consciencia como el origen de la vida, y si se aplica al Yoga este sería el método o métodos para “bajar el cielo a la tierra”. La posibilidad de espiritualizar la vida material nos abre a un nuevo paradigma sobre el sentido de la existencia en el plano físico.
Un paradigma es como unas gafas que se utilizan para ver el mundo, y con ellas cambia la visión, y en consecuencia cambian también los comportamientos. Las transformaciones humanas a nivel individual o social empiezan en el campo de las ideas, cuando surge una visión que amplía el nivel de información integrando lo anterior y trascendiéndolo para aportar mayor profundidad. Con un suficiente nivel de apertura de la mente a posibilidades que contribuyan a dar un salto en el nivel de consciencia, el siguiente paso es llevarlo a la práctica a través de comportamientos.
Cada nivel de consciencia se corresponde con un nivel de información, pero no solo eso, también con unos comportamientos coherentes con esta información para que el campo energético vibre en nuevas frecuencias y cree nuevas formas de pensar, sentir y actuar.
Por eso es importante aplicar las leyes del universo a la vida cotidiana, si se quiere participar de la posibilidad evolutiva. Los datos y hechos inmediatos pueden despistarnos por cierta carga dramática que pretende instalar la opinión de que el ser humano está en un proceso involutivo, el peligro de abandonarse a esta visión es crear una realidad “distópica” en base a la capacidad proyectiva de la mente, quizás por eso educarnos para una mirada más global y generosa como han hecho los grandes maestros espirituales de la historia aún en tiempos muy convulsos podría ser no solo una forma de honrar lo posible, sino una forma de construir el futuro. Este sería en sí mismo un avance en una dirección de más profundidad que vincula la realidad interna con la externa afectándose mutuamente.
Si le queremos dar una oportunidad real a la ley de evolución en nuestro día a día, ¿cómo podríamos empezar a ver las cosas? ¿qué perspectivas nos pueden proporcionar un enfoque que detone el potencial evolutivo que supuestamente tenemos? Estos son ejemplos cotidianos que pueden servirnos para introducir un enfoque evolutivo en la vida cotidiana.
Algunas personas sostienen la idea de que “no son espirituales”, a menudo el significado de esta expresión es que la persona no se ve capacitada para realizar las prácticas espirituales que ha visto hacer a otros, porque no le encajan o porque siente que le falta convicción. En el enfoque evolutivo todos somos seres espirituales en un mundo material, cada uno viviendo su propia experiencia en base a su nivel de consciencia, y existen infinitas formas de vivir nuestra dimensión espiritual que no tienen responder a un patrón general.
Por otra parte, las circunstancias de la vida pueden ser interpretadas desde diversas perspectivas, si tomamos la participación de la ley de evolución como una posibilidad, entonces empezaremos a ver que los hechos cotidianos son oportunidades para comprender y trascender o en otros términos para desplegar el principio evolutivo interno que hay en nosotros.
Es frecuente que las personas que se etiquetan como “espirituales” rechacen el mundo material, sin embargo, la ley de evolución nos muestra que el mundo físico tiene el propósito de aportar condiciones para la manifestación progresiva de nuestra identidad espiritual o alma.
Si hemos leído a Sri Aurobindo y vemos lejana la supramentalización de la vida, seguramente estamos en lo cierto, pero parece plausible que el proceso sea progresivo y que ahora tengamos que empezar por lo más cercano y necesario que podría ser abrirnos a vivir la paz en cualquier circunstancia, y servir al bien y a la luz sin limitaciones.
La liberación individual como un objetivo último del Yoga se confronta con la cuestión de ¿qué pasa con la humanidad? La libertad que antes nos plateábamos alcanzar por el aislamiento, empezamos a considerar que se pueda alcanzar a través del amor, es decir desarrollándonos en los límites posibles de lo que somos, y no apartándonos de lo que nos constituye, algo que también incluye la extensión de lo evolutivo a todos los aspectos de la vida humana.
La renuncia y el desapego propios de la práctica del Yoga se resignifican como medios para acceder a la verdad de los vínculos y conquistar la libertad necesaria para crecer en la escala ascendente de los niveles de consciencia.
Para los que albergan la idea de una salvación que viene del exterior, la ley de evolución nos ofrece la oportunidad de colaborar en el proceso evolutivo desplegando el potencial interno que en cada momento esté disponible.
Por último, está la cuestión del “ego”, un término al que se le han dado diversas acepciones y que con frecuencia se le ha demonizado identificándolo con la percepción falsa de nuestra identidad. Estamos ante la posibilidad de contemplar el “ego” como una identidad que cumple la función de aportarnos la percepción de nuestra individualidad, y que puede ser trascendida para alcanzar una consciencia más completa de lo que somos, en vez de disolverse el “ego” se ilumina y ocupa su sitio como servidor de la parte esencial de la persona real (alma).
En resumen, empezar a aplicar la ley de evolución nos proporciona un sentido de propósito y una jerarquía de prioridades, nos informa de la posibilidad de desarrollar nuestro potencial evolutivo interno, y nos ayuda a integrar todos los aspectos de la vida como manifestaciones imprescindibles y únicas de la consciencia que estamos llamados a armonizar.
Savitri